EL PRIVILEGIO DE SER PADRE
EL GRAN PRIVILEGIO DE SER PADRE
Padre puede ser cualquier hombre que está en condición
física de procrear; pero, verdadero padre es aquel que ha comprendido la
responsabilidad de enseñar, proveer, educar, formar y cuidar a los hijos;
acciones y responsabilidades que se encaminan al bienestar de los pequeños,
mientras éstos no pueden cuidarse solos.
Las águilas
tienen una forma particular de criar a su retoños; mientras son pichones,
mamá águila agita sus largas alas y los pequeños la imitan; esto no lo hacen
por hacerlo, sino que, tiene un propósito: ejercitar sus débiles alas, con el
fin de, algún momento, volar; pasan algunos días lo retira de la comodidad del nido
y, con sus patas, lo lanza al vacío, hasta que vea que está en peligro y, luego,
lo recoge y lo lleva al nido nuevamente hasta el día siguiente; repite este
proceso hasta que aprenda a volar por si solo, y esté listo para surcar nuevos
horizontes como lo hacen sus padres.
Este ejemplo que nos muestra la naturaleza, nos
permite reflexionar sobre la importancia que tienen los padres, que no se reduce solo a cambiar
pañales, bañarlos, alimentarlos, dejarlos en la escuela o colegio y luego
recogerlos; sino también, la prioridad de enseñar a los hijos valores, virtudes
y principios que les servirán en su desarrollo personal.
La mayoría de los padres se encuentran tan ocupados que
no tienen tiempo para educar ni instruir a sus hijos; llegan demasiado tarde a
la casa que tan solo los ven a sus hijos dormidos; algunos padres pueden compartir
con ellos, escasos minutos cada semana; y, otros, apenas una vez al mes; da
mucha tristeza saber que algunos padres han abandonado, definitivamente, a sus
hijos, o se acuerdan tan solo de vez en cuando de ellos; no se comprende que,
ser padre, no solo es un privilegio, sino también, una responsabilidad; no se
entiende que están creciendo; y que, algún día van a marcharse; que los vamos a
tener por un período de tiempo y no para toda la vida; se olvida que van a
estar con nosotros hasta que puedan caminar solos; nos olvidamos que son
regalos de Dios y una gran bendición.
La sociedad de hoy, con sus múltiples afanes, juegos,
entretenimientos y peligrosa diversión, ha dividido y distanciado a los padres
de sus hijos; ya no están dialogando cara a cara; ahora la comunicación se reduce a una llamada por
celular, o con mensajes de texto; algunos padres, a veces, ni siquiera se
preocupan por las calificaciones de sus hijos; cuando más, les proveen de lo
que necesitan; los padres se han acostumbrado a dictar órdenes y prohibiciones;
en algunas ocasiones, imponen la razón con violencia, no existe un verdadero
interés por saber sobre sus problemas, ni suplir sus necesidades emocionales de
atención, afecto y comprensión.
Cuando los niños comenten un error, sin mayor
razonamiento, les decimos que son necios; y, cuando son adolescentes, afirmamos
que son rebeldes; no valoramos sus pequeños logros, ni esfuerzos, muchas veces
no les tenemos paciencia y, así crecen con un vacío y necesidad de amor, una
inestabilidad que les resulta fácil involucrarse en vicios, adicciones, drogas,
alcohol y pandillas, solo porque no
tuvieron comprensión, orientación, atención y amor en el hogar, fueron a buscar
amor y compañía en las calles y plazas.
Los hijos no son un carga, son una bendición; los
hijos no son una molestia, son herencia de Dios; los hijos no son estorbo, son
ayuda; lo que pasa es que, por nuestra ignorancia, no hemos aprendido a
valorarlos, guiarlos, ni motivarlos como se merecen, quizá porque nosotros
mismos no fuimos valorados, guiados, ni motivados por nuestros padres; quizá,
sin darnos cuenta, estamos reproduciendo el modelo de crianza de nuestros
padres; no hemos pedido sabiduría a Dios para criarlos, no hemos acudido a la Biblia,
para que ésta nos guíe respecto a la crianza de nuestros hijos.
Recordemos que, los padres somos seres humanos con
virtudes, pero también con defectos; con éxitos y fracasos; aciertos y errores;
con victorias y derrotas; con alegrías y frustraciones; nadie nació con los
conocimientos de lo que es ser padre; tampoco existe una universidad para
graduarse de padres; en base a la experiencia se aprende a ser padre; a veces,
nos equivocamos, otras veces acertamos; no existen padres perfectos, porque
simplemente, no existen hijos perfectos.
Si los padres volvieran su mirada a la Biblia, leyeran
y meditaran sobre lo que dice, por ejemplo, el Salmo 127, versos 3-5; y,
aplicaran lo que dice en Proverbios 22:6, tendrían un comportamiento diferente
frente a los hijos; una relación más estrecha con ellos y con los demás
integrantes del hogar; éste se volvería un oasis de paz, los hijos ya no
tendrían que buscar amigos, paz o diversión fuera de la casa, porque tendrían
todo lo que necesitan dentro del propio hogar.
Siempre está rondando, en la mente de los padres, esta
pregunta ¿cómo se puede ser un padre ejemplar?
Considero que es difícil responder a esta pregunta;
sin embargo puedo asegurar que, sí se puede hacer el mejor esfuerzo para criar
a los hijos pidiendo ayuda a Dios, pidiéndole sabiduría para formarlos y
amarlos cada día, hasta cuando estén con nosotros; luego, no deberíamos
hostigarlos con tantos reclamos y sermones,
porque ellos se fijan más, en lo que hacen los padres que en lo que
dicen; y, la mejor manera de ayudarlos es darles el mejor ejemplo, encomendarlos,
cada día, cada momento, en las manos de Dios; porque, definitivamente, EL los
cuida mejor que nosotros.
Un caso muy conocido, en cualquier sociedad y
generación, es la Parábola del Hijo Pródigo, que relató el Maestro Jesús, donde muestra el incomparable y siempre
incondicional amor que tiene el padre para sus hijos; a pesar del dolor que le
causó su hijo, su amor jamás disminuyó; por el contrario, siempre estuvo
pendiente de su regreso y, cuando retornó, estuvo con los brazos abiertos para
recibirlo; no le importó, al padre, la condición en la cual llegó su hijo, lo
importante para el padre fue que, al fin, llegó; tampoco le reprochó su falta,
más bien hubo fiesta en su honor; hubo alegría en el hogar.
Esta historia nos recuerda que nos falta mucho para
ser buenos padres; sin embargo, sí es posible cambiar nuestra actitud, ahora
mismo, y comenzar a caminar hacia el verdadero apostolado, que debemos realizar
como padres; y, disfrutar de este hermoso privilegio que Dios nos ha dado, que
nos llamen Papá o mamá.
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